Estos dos hombres que ves aquí representan el pasado y el presente del Kung-Fu Shaolin en América.

Los famosos hermanos que han recorrido todos los rincones del continente y de quienes hoy podemos decir que todo aquel que sea fanático del arte marcial del Kung-Fu ha escuchado hablar, ha aprendido algo de ellos o los admira, ya sea públicamente o en silencio. Primero los conocimos por libros y documentales de los años ochenta, y después realizaron la travesía desde China para llegar a nuestros hogares.

Hoy, más que nunca, reconocemos su valor e importancia. Ellos representan una amalgama entre el pasado y el presente; una unión entre Oriente y Occidente, entre lo antiguo y lo moderno, y el camino para mantener vivos los valores de la cultura Shaolin en nuestro continente.

El primero en llegar fue el gran maestro Shi Yanming, quien arribó a Estados Unidos en 1994 y, diez años después, a México. Posteriormente continuó su labor en Austria, Sudáfrica, Chile, Argentina y República Dominicana. Incluso, sus enviados llegarían a la hermana República de Cuba. Poco tiempo después, su hermano marcial Shi Deyang, con quien comparte cientos de historias, anécdotas de la infancia y profundas enseñanzas, retomaría el camino llegando nuevamente a América y recorriendo los más remotos rincones del continente: Argentina, Bolivia, Perú, Brasil… Hasta el punto en que hoy podemos afirmar que todo aquel involucrado en el Kung-Fu Shaolin en América, en algún momento, se formó con ellos o comenzó en este arte marcial gracias a su influencia.

Desde sus primeros años, el gran maestro Shi Yanming impactó a la audiencia de manera contundente. Jamás, hasta entonces, un maestro de Kung-Fu se había sometido a pruebas con los científicos más destacados de Harvard, Yale, NYU y otras instituciones, documentado por televisión, para demostrar las proezas de un verdadero maestro de Kung-Fu. Su carisma y fortaleza lo llevaron desde los rincones más recónditos de la Ciudad de México hasta las estrellas más célebres de Hollywood, popularizando el arte marcial como nunca antes. Participó en documentales de Discovery Channel, History Channel, National Geographic, BBC y NBC, todos asombrados por el poder interno del Kung-Fu Shaolin. Incluso el legendario Stan Lee (Marvel) se refirió a él como “Superhumano”.

Aún recuerdo aquella ocasión en que Shi Deyang lo visitó por primera vez en la Ciudad de Nueva York. Era el cumpleaños de Shi Yanming y sus alumnos más cercanos organizaron en secreto la visita sorpresa del maestro hermano. Durante la celebración en el Templo Shaolin de Nueva York se realizó una exhibición: los alumnos cubrieron con una manta blanca el escenario y, con ayuda de la luz, se proyectó en ella una sombra que realizaba formas de Kung-Fu Shaolin. Apenas había ejecutado sus primeros cinco movimientos cuando Yanming exclamó con un grito: “¡Deyang!”

El maestro Shi Yanming le mostró los lugares más emblemáticos de Nueva York y lo hospedó en el mejor hotel de la ciudad. Cuál sería la sorpresa (y motivo de risas) al encontrarlo a la mañana siguiente durmiendo sobre una delgada colchoneta en el piso de la habitación: “Es que estas camas son demasiado suaves, no podía dormir”, dijo el gran maestro, conocido mundialmente por su humildad, filosofía y compromiso con la cultura Shaolin.

Ese sería su primer aterrizaje en Nueva York y, de ahí, al resto del continente. Shi Deyang continuó hacia Latinoamérica realizando múltiples seminarios y creando grupos de entrenamiento en Kung-Fu y filosofía oriental.

En 2001, Shi Yanming regresó a Shaolin acompañado de 30 de sus alumnos y dos estrellas de Estados Unidos: el rapero RZA, del grupo Wu-Tang Clan, y el actor Bokeem Woodbine (Halo / Spiderman). Nadie podía imaginar el momento más emotivo que estaba por suceder. Shi Deyang formó a todos los estudiantes a la entrada del templo para recibir a los viajeros, quienes presentaron sus respetos. En un acto de profunda alegría por la reunión de la familia, Shi Suxi, el último de los monjes guerreros de Shaolin, de 76 años, se levantó de su silla de ruedas y ejecutó la forma Xiao Hong Quan (forma de Kung Fu Shaolin) ante la mirada atónita de los presentes.

Despues de todo ésto más maestros siguieron y hoy en día el dharma se esparce por todo el continente.

Hoy, los alumnos directos de Yanming y Deyang en el continente americano se cuentan por decenas, y sus alumnos, por millares. Somos una gran familia de hermanos, primos y tíos americanos que portamos con orgullo el linaje de la enseñanza del Kung-Fu Shaolin.

Hemos construido familias sólidas y congruentes; nos conocemos bien entre todos y valoramos profundamente a nuestros maestros. Por eso, no es necesario distraernos con aquellas personas que, sin recorrer el verdadero camino del aprendizaje, buscan atajos o reconocimientos inmediatos que no reflejan el auténtico espíritu de nuestro arte marcial.

El arte Shaolin ha ayudado a innumerables personas, desde jóvenes de los parajes más apartados de Chile hasta reconocidas estrellas del Hip-Hop en Estados Unidos, y seguirá transformando vidas por generaciones. Este arte marcial tiene la maravillosa cualidad de cambiar vidas, transformar cuerpos y engrandecer espíritus.

En nuestros templos se cuentan innumerables casos de éxito: personas con enfermedades autoinmunes que han cambiado su vida, personas con problemas que han aprendido a resolverlos, jóvenes, adultos e incluso adultos mayores que recuperan sus energías y vencen enfermedades al practicar el poderoso arte del Kung-Fu Shaolin y el Tai Chi Chuan. Y lo mejor de todo: quienes han encontrado el amor de su vida a través del entrenamiento. Como dice otro gran maestro Peng You Lian (Beijing), nuestro arte marcial puede resumirse en tres palabras: Salud, Amistad y Felicidad.

Queridos hermanos, inicié esta nota diciendo que los grandes maestros son el pasado y el presente del Kung-Fu, pero ustedes son el futuro. Ustedes son las siguientes generaciones de nuestro arte marcial. El linaje continúa, los obstáculos se superan y el Kung-Fu Shaolin prevalece. Si ya ha perdurado mil quinientos años, a través de ustedes perdurará al menos otros mil quinientos años más.


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